Nacional - 21/1/19 - 08:00 AM

Visita del papa resalta labor católica en apoyo a migrantes

El énfasis del pontífice argentino en la necesidad de apoyar a quien emigra ha servido de enorme inspiración a sacerdotes, monjas y laicos cuya labor a favor de los migrantes ha intentado llenar el vacío, la indiferencia o incluso la hostilidad de las autoridades _en ocasiones también las eclesiásticas_ hacia este sector de la población.

 

Por: AP -

El papa Francisco llega esta semana a Panamá en su primera visita a Centroamérica no sólo como el líder de los católicos, sino como una de las principales figuras en la defensa de los migrantes, uno de los temas más candentes en la política global.

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Francisco, que es hijo de emigrantes italianos en Argentina, ha hecho de esta causa una de las prioridades de su pontificado y será el tema central de su mensaje durante la Jornada Mundial de la Juventud. La cita coincide con la salida de una nueva caravana de migrantes que avanza rumbo al norte y con la obstinación de Donald Trump por reforzar el muro fronterizo con México, un debate que mantiene cerrado al gobierno estadounidense.
El énfasis del pontífice argentino en la necesidad de apoyar a quien emigra ha servido de enorme inspiración a sacerdotes, monjas y laicos cuya labor a favor de los migrantes ha intentado llenar el vacío, la indiferencia o incluso la hostilidad de las autoridades _en ocasiones también las eclesiásticas_ hacia este sector de la población.
“Nos ha costado mucho, incluso dentro de la propia Iglesia, convencer de que precisamente acompañar a los migrantes es parte de la labor de la Iglesia”, afirmó en conversación telefónica Lidia Mara Souza, coordinadora de la Pastoral de Movilidad Humana en Honduras.
“Pero el papa nos ha apoyado mucho y creo que ahora viene a ayudarnos, tiene que recordar a los políticos que se declaran cristianos, que lo sean de verdad”, añadió la monja scalabriniana, la orden religiosa que tiene como vocación la protección de los migrantes y está presente en todo este corredor migratorio.
En las últimas décadas, el viaje desde Centroamérica o México a Estados Unidos se ha vuelto más duro: las mafias lo controlan, los abusos se multiplican y surgen los brotes de intolerancia contra quienes recorren hasta 5.000 kilómetros con poco más que sueños en sus mochilas.
Sin embargo, a lo largo del trayecto aparecen manos amigas vinculadas a la Iglesia Católica que les ofrecen techo o un plato de comida.
Los scalabrinianos fueron de los primeros que empezaron a aliviar el sufrimiento de los migrantes en esta parte del mundo. A mediados de la década de 1980 abrieron un albergue en Tijuana en una época en la que la migración era un asunto ignorado, según explica Raúl Vera, obispo de Saltillo, en el norte de México, uno de los primeros prelados mexicanos en involucrarse con esta causa.
Poco a poco, asegura Vera, los migrantes fueron configurando la red actual de casas vinculadas a la Iglesia Católica, que tiene más de 80 puntos de apoyo entre México, Guatemala, El Salvador y Honduras.
“Se convirtieron en los mensajeros, nos decían aquí nos maltratan, en tal parte nos reciben bien, así empezamos a ver que en muchos lugares estábamos haciendo lo mismo y empezamos a coordinarnos”, destacó Vera.
En Honduras, Souza recuerda que las hermanas fueron invitadas para atender a los refugiados de las guerras de El Salvador, Guatemala y Nicaragua pero pronto se dieron cuenta de que muchas personas salían del país y todavía más eran devueltos desde el norte. Ahora su eje central son los deportados, los migrantes más vulnerables.
“Cuando empezaron las deportaciones sistemáticas desde Estados Unidos, los que regresaban eran personas vinculadas con pandillas y se creó el estigma de que los deportados son delincuentes y que no debemos apoyarles”, añadió la religiosa.
Las casas del migrante de la región, con la ayuda de diversos colectivos, ofrecen cada vez más servicios incluido el apoyo médico, legal y psicológico. Incluso tuvieron que aprender a atender a migrantes como víctimas del crimen organizado después de que se multiplicaron los robos, extorsiones, secuestros, abusos sexuales, asesinatos o las desapariciones a lo largo del camino.
“Ha sido muy duro”, aseguró el sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, director de un albergue en Ixtepec, al sur de México, una zona donde durante años ha proliferado el tráfico de personas.
“Estamos hablando del crimen organizado y del crimen autorizado (…) de que muchísimas personas estaban en la nómina del narcotráfico”, afirma en referencia a la complicidad de funcionarios y autoridades, sobre todo del Instituto Nacional de Migración de México, el organismo sobre el que han recaído muchas de las denuncias.
Con ese panorama de fondo y el apoyo tímido, fluctuante o incluso nulo en algunas zonas de las élites de la Iglesia, la elección de Jorge Mario Bergoglio en 2013 como papa fue bocanada de aire fresco.
“Cambió muchísimo y podría cambiar más si muchos obispos [latinoamericanos] le hicieran caso”, subrayó Solalinde.
El obispo Raúl Vera considera que Francisco les ha dado orientaciones muy claras para tratar a los migrantes y que se resumen en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.
Ponerlos en práctica es ahora más importante que nunca ante el fenómeno de las caravanas, generadas por la pobreza y la violencia en la región.
“De ahora en adelante va a ser una modalidad del fenómeno migratorio porque los países de Centroamérica han colapsado y no están trabajando para el bien de las personas” dijo el scalabriniano Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante en Ciudad de Guatemala.
El fenómeno de las caravanas, al que de momento no se le ve fin, está poniendo a los albergues al límite de sus capacidades.
Jairo Reyes, un migrante de 31 años que viaja en la actual caravana, tuvo que dormir el fin de semana sobre unos cartones en un parque debido a que ya no había lugar en la Casa del migrante de Tecún Umán, la ciudad guatemalteca fronteriza con México.
Reyes es evangélico pero está muy agradecido con el albergue católico porque le regalaron un carrito para su bebé de dos años, que antes tenía que llevar en sus brazos.
“Todos somos hijos de Dios”, afirma este padre soltero que también viaja con otro pequeño de 4 años.
Reyes cree que la visita del papa es una buena noticia para los migrantes y confía en que su mensaje “toque el corazón” de la gente.
Francisco ha pedido a los gobiernos que hagan más para recibir e integrar a los que huyen de países en conflicto, de desastres naturales o simplemente de la pobreza.
El pontífice ha predicado con el ejemplo. Durante una visita a un campo de refugiados en la isla griega de Lesbos decidió llevarse al Vaticano a una docena refugiados sirios. Su primer viaje como papa fuera de Roma fue a Lampedusa, la isla italiana que se convirtió en ‘zona cero’ de la crisis de refugiados que cruzan el Mediterráneo.
Ante la promesa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de ampliar el muro fronterizo con México, el papa no dudó en declarar que esa postura “no es cristiana” y que lo que deben construir los verdaderos cristianos son puentes, no muros.
Este mensaje caló sobre todo entre los scalabrianos.
“Las fronteras no son para los seres humanos”, aseguró Souza. “Son para las mercancías y para el crimen organizado”.
El catedrático estadounidense y profesor de Estudios Religiosos en la Virginia Commonwealth University, Andrew Chesnut, cree que durante su visita Francisco hará “un llamado profético a los gobiernos, sobre todo de Estados Unidos y México, a que reciban a los migrantes centroamericanos con respeto y dignidad” además de denunciar temas como la pobreza, la corrupción, la narcoviolencia o los feminicidios.
“Estamos en tiempos muy importantes de cambio en donde la Iglesia Católica tiene una gran oportunidad”, sentenció Solalinde. “El migrante nos ofrece la posibilidad de volver a ser una iglesia pobre, peregrina, misionera e itinerante”
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