El futuro incierto de Fontainebleau, y el decadente mundo del disco
La legendaria tienda de discos ubicada en la avenida Central no sabe si continúa, se muda, o cierra. Después de 49 años, el negocio no puede afrontar el incremento en el alquiler del local donde está
Ahora que Fontainebleau se va -al menos eso es lo que la gente piensa y es lo que se ha manejado a través de las redes sociales- todo el mundo quiere comprar discos. La tienda de Néstor Jiménez, abierta hace ya 49 años, goza de un movimiento no visto desde hace mucho. Clientes que vienen y van por todo el local rebuscando con desesperación entre los vinilos, sencillos de 45 pulgadas, discos compactos, y vídeos. Detrás de la vidriera está el propietario, atendiendo la caja, resolviendo las dudas de los clientes, sugiriendo productos, y conversando con aquellos que llegan a saludarlo. Su hija Anabel, lo acompaña. Ella se encarga de acomodar los productos, buscar solicitudes específicas y cobrarle a los clientes cuando él está ocupado o se le dificulta (hace más de diez años sufrió un accidente cardiovascular y, además de caminar con bastón, tiene la movilidad del brazo izquierdo reducida).
Pero ya no son los viejos tiempos, se ha perdido la magia de las buenas épocas.
Cuando das una segunda mirada, te das cuenta de que los mejores años de Fontainebleau han quedado atrás hace mucho: aunque aún se mantienen los rótulos que identifican el local y que incluyen frases como “la música es salud” y “piénselo, dígalo con música”, en medio de las vidrieras hay unas cartulinas que anuncian el remate de mercancía (compactos a $2.95 o $4.95 si son rock, DVD’s a $4.95 también, y vinilos a un dólar); la tienda tiene una pared de gypsum atravesada por la mitad, y los pocos estantes empotrados en las paredes tienen poco producto. El grueso de la mercancía está en una inmensa mesa en todo el centro de la tienda, en cajas sobre el suelo o encima de los estantes. Eso sí, aún siguen sonando las viejas canciones en las bocinas de la tienda para animar el ambiente. Hoy se escucha música en inglés de los 60, canciones como “The Twist” de Chubby Checker, “Black is Black” de Los Bravos o “House of the Rising Sun” de The Animals.
Una mala noticia
Poco antes de las elecciones del pasado 5 de mayo, a Néstor le avisaron que iban a reducir el tamaño de su local y que la renta se duplicaría. “Yo les comenté que me lo decían en el peor momento, justo antes de las elecciones, porque la gente está aguantando gastos para ver qué va a suceder. Cuando cambian los gobiernos, todos saben que mucha gente se queda sin trabajo y no compran”, comenta Jiménez.
Ya era difícil cubrir los costos de operación antes del aumento, dice el comerciante. Al duplicar el alquiler, la rentabilidad del negocio se vuelve, prácticamente imposible.
De repente, el fantasma del cierre se asoma por la puerta.
No es que Fontainebleau no haya vivido momentos difíciles, como la crisis económica de finales de los años 80 ( “Cuando la cosa se puso más templada, un día salí de aquí con solo 30 dólares. Ahí sí me sentí bien preocupado” admite Jiménez) o el saqueo durante la invasión del 20 de diciembre de 1989; pero nunca contempló cerrar (“siempre pensaba sobre cuando llegaría la solución”). Ahora, a los 75 años, en el que considera el momento más bajo del negocio de la música, no hay la fuerza suficiente para sobrevivir otro reto.
“La época más difícil es ésta, en la actualidad. No por cuestiones políticas o económicas, sino porque el nivel de gente que viene para acá (la avenida Central) ha disminuido. La gente ahora va a los centros comerciales”. Aunque pareciera una conclusión obvia, a Jiménez le tomó su tiempo descubrirlo. “Cuando me di cuenta, tenía arriba de 70 años, no me convenía (mudarme) ”, admite.
Incertidumbre
El fantasma todavía no entra, hay una carta por jugar que lo frena: El dueño de la Galería Central, nombre de la plaza donde está Fontainebleau, le propuso mudarse a un espacio más pequeño dentro del mismo edificio; pero no es nada seguro, porque el lugar no está en condiciones para utilizarse y no se sabe si el propietario hará las adecuaciones que se requieren.
“Estoy esperando que regrese de viaje para hablar”, es todo lo que dice antes de dar por cerrado el tema. Néstor no quiere decir quién es el arrendatario, ni siquiera quiere que se le nombre. “Lo conozco hace tiempo y sé cómo es, no hay que hablar de él”, sugiere con cierta incomodidad, antes de dar por cerrado el tema. No quiere que nadie empantane sus negociaciones.
-¿Se ha imaginado un día ya no trabajar?
-No, mira. El único día que descanso es el domingo y me aburro. En seguida llamo a mi hija para salir a tomar un café, por lo menos.
Su hija Anabel, la que lo ayuda ahora en la tienda, es la mayor de cinco hermanos y, dice Jiménez, es la única a quien le gusta la música. “A mis hijos, casi todos estudiaron Finanzas, les gusta su profesión. A ellos no les gusta el negocio de la música porque consideran que es mucho trabajo y poca plata... y tienen razón”, admite el comerciante.
Aprovechando el boom de la tienda provocado por el remate, el local abrirá el domingo y el lunes, a pesar de que, por experiencia, los días feriados no son los más rentables. “Yo seguiré aquí. Abriré sábado, domingo; lunes, y martes”. Hasta que no se defina la situación, Jiménez seguirá con su vida cotidiana. Como ha hecho desde hace 49 años, llegará a las 8:30 am y empezará a atender de nueve a cinco de la tarde o un poco más, si la clientela lo amerita, como en los viejos tiempos.
Néstor retoma su trabajo, la tienda está llena. La moneda aún está en el aire para Fontainebleau y el fantasma afuera.