Provincias - 15/4/22 - 12:30 PM
Miguel, cazador que se perdió un Viernes Santos y nunca apareció
Los vecinos cuentan que Miguel salió temprano el Viernes Santo y a eso de las 12 de la noche escucharon los ladridos de los perros en dirección hacia donde está lo que hoy día se conoce como la piedra del Señil.
A muchos se les ponen los pelos de punta, cuando escuchan la historia de Señiles, un hecho que se dio hace muchas décadas, pero que cobra fuerza todos los días de Semana Santa, entre residentes del corregimiento de Ponuga, distrito de Santiago, provincia de Veraguas.
Valentín De Gracia es un educador que llegó a trabajar por primera vez a la pequeña comunidad de Señiles a los 19 años. En medio de su rutina diaria, debía caminar entre una hora y media a dos horas desde Ponuga hasta la comunidad.
Valentín recuerda que se enteró que en la comunidad donde comenzaría a laborar llevaba su nombre a la historia de un hombre que vivió entre el poblado de Los Planes o Dos Bocas, muy próximo a la comunidad de Cirbulaco de Ponuga.
Ese hombre era descrito por quienes lo conocieron como muy fuerte, alto, reservado y dedicado a la cacería, que realizaba incluso desafiando los peligros de esta actividad.
De acuerdo a los pobladores, nadie conoció el apellido de este hombre pues solo usaba su nombre, Miguel, y no mantenía amistad con los vecinos de la comunidad.
A don Miguel le agradaba la cacería de todo tipo de animales silvestres desde venado, zainos, conejos pintados, ñeques, jaguares, macho de montes pavo reales, entre otros, y en casa parecía un mercadito donde la gente le iba a comprar la carne de su preferencia y de esa manera el obtenía algunos dólares para sobrevivir.
A los residentes de Ponuga les parecía raro que a Miguel no asistía a misa en todo el año, sin embargo, cada Viernes Santo llegaba desde muy temprano a la iglesia de Ponuga y permanecía en silencio orando y de rodilla sobre el altar mayor durante todo el día hasta el Sábado de Gloria.
Valentín De Gracia y el periodista Octavio Cogley, ambos con familiares en Ponuga coinciden en las narraciones de los pobladores de lo sucedido a Don Miguel en Señiles.
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Valentín De Gracia es un educador que llegó a trabajar por primera vez a la pequeña comunidad de Señiles a los 19 años. En medio de su rutina diaria, debía caminar entre una hora y media a dos horas desde Ponuga hasta la comunidad.
Valentín recuerda que se enteró que en la comunidad donde comenzaría a laborar llevaba su nombre a la historia de un hombre que vivió entre el poblado de Los Planes o Dos Bocas, muy próximo a la comunidad de Cirbulaco de Ponuga.
Ese hombre era descrito por quienes lo conocieron como muy fuerte, alto, reservado y dedicado a la cacería, que realizaba incluso desafiando los peligros de esta actividad.
De acuerdo a los pobladores, nadie conoció el apellido de este hombre pues solo usaba su nombre, Miguel, y no mantenía amistad con los vecinos de la comunidad.
A don Miguel le agradaba la cacería de todo tipo de animales silvestres desde venado, zainos, conejos pintados, ñeques, jaguares, macho de montes pavo reales, entre otros, y en casa parecía un mercadito donde la gente le iba a comprar la carne de su preferencia y de esa manera el obtenía algunos dólares para sobrevivir.
A los residentes de Ponuga les parecía raro que a Miguel no asistía a misa en todo el año, sin embargo, cada Viernes Santo llegaba desde muy temprano a la iglesia de Ponuga y permanecía en silencio orando y de rodilla sobre el altar mayor durante todo el día hasta el Sábado de Gloria.
Valentín De Gracia y el periodista Octavio Cogley, ambos con familiares en Ponuga coinciden en las narraciones de los pobladores de lo sucedido a Don Miguel en Señiles.
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Según los residentes de la comunidad, Miguel decidió ir de cacería un Viernes Santos, dejando de asistir a la Iglesia como regualmente hacia para la fecha y desatendiendo los consejos de sus vecinos.
Se presume que el cazador se había que se había quedado sin carne de animales de la selva y para ello se preparó, llevándose a sus tres perros que eran muy ágiles en la caza, una escopeta, tabaco, fósforos, una cebadera o chácara con provisiones necesarias para quedarse varios días en la selva.
Los vecinos cuentan que Miguel salió temprano el Viernes Santo y a eso de las 12 de la noche escucharon los ladridos de los perros en dirección hacia donde está lo que hoy día se conoce como la piedra del Señil. También afirman que escucharon un estruendo extraño de una escopeta, lo que provocó terror entre los vecinos.
Los testigos narran que en el silencio de la noche escucharon los gritos de un hombre que pareciera estar pidiendo auxilio, lo que los llevó a interpretar que algo malo se llevó a Don Miguel.
Al día siguiente los residentes de Ponuga, Cirbulaco, Los Planes y Dos Bocas se reunieron y planificaron la búsqueda con dirección aproximada hacia donde habían escuchado el extraño ruido.
Muchos de los residentes con machete en mano, otros con escopetas y rifles se adentraron por varios días a la selva ponugueña, sin encontrar rastros del cazador Miguel.
A la fech, nadie ha encontrado los restos humanos o de los perros o los pocos pertrechos que ese día llevaba a quien se le llama El SEÑIL de Ponuga.
Han pasada varias décadas sin encontrar rastro alguno. El día de Viernes Santo a la media noche algunas personas indican que han escuchado a los perros siguiendo a un animal en cacería, otros afirman escuchar el fuerte sonido de una escopeta.
Hoy en día, ningún residente sale de cacería el Viernes Santos recordando la historia de Miguel, el cazador que desafió las costumbres y no escuchó los consejos. ue para ese día nadie sale de cacería.
Se presume que el cazador se había que se había quedado sin carne de animales de la selva y para ello se preparó, llevándose a sus tres perros que eran muy ágiles en la caza, una escopeta, tabaco, fósforos, una cebadera o chácara con provisiones necesarias para quedarse varios días en la selva.
Los vecinos cuentan que Miguel salió temprano el Viernes Santo y a eso de las 12 de la noche escucharon los ladridos de los perros en dirección hacia donde está lo que hoy día se conoce como la piedra del Señil. También afirman que escucharon un estruendo extraño de una escopeta, lo que provocó terror entre los vecinos.
Los testigos narran que en el silencio de la noche escucharon los gritos de un hombre que pareciera estar pidiendo auxilio, lo que los llevó a interpretar que algo malo se llevó a Don Miguel.
Al día siguiente los residentes de Ponuga, Cirbulaco, Los Planes y Dos Bocas se reunieron y planificaron la búsqueda con dirección aproximada hacia donde habían escuchado el extraño ruido.
Muchos de los residentes con machete en mano, otros con escopetas y rifles se adentraron por varios días a la selva ponugueña, sin encontrar rastros del cazador Miguel.
A la fech, nadie ha encontrado los restos humanos o de los perros o los pocos pertrechos que ese día llevaba a quien se le llama El SEÑIL de Ponuga.
Han pasada varias décadas sin encontrar rastro alguno. El día de Viernes Santo a la media noche algunas personas indican que han escuchado a los perros siguiendo a un animal en cacería, otros afirman escuchar el fuerte sonido de una escopeta.
Hoy en día, ningún residente sale de cacería el Viernes Santos recordando la historia de Miguel, el cazador que desafió las costumbres y no escuchó los consejos. ue para ese día nadie sale de cacería.